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lunes, 9 de septiembre de 2024

LAS JOYAS DE NUESTROS PUEBLOS EN LA DIÁSPORA

LAS JOYAS DE NUESTROS PUEBLOS 

EN LA DIÁSPORA

Hemos repetido viaje a París, y un imprescindible es visitar el inacabable museo del Louvre, y reconocer que siempre impresiona y siempre te pierdes, en sus más de 60.500 metros cuadrados e hipnotizarnos con alguna de sus más de 35.000 obras de arte de todo el mundo; y muchas con el calificativo de obras maestras y otras que siempre te tocan en la sensibilidad. 

En la entrada de hoy, quiero recoger, la satisfacción de poder encontrar una pieza que luce el nombre y la historia de un pueblo de nuestra Palencia; obra de arte que desde el año 1994 se expone en el museo y aparece en el catálogo de piezas escogidas como recomendaciones para no perderse.
Pero esa satisfacción en el descubrimiento, se vuelve agridulce al ser consciente de la cantidad de obras de arte de nuestro patrimonio y de nuestros pueblos fueron objeto de venta o de expolio.


EL MISTERIO DEL LEÓN DE MONZÓN:


El León de Monzón de Campos es una extraordinaria estatua de bronce creada en España por artesanos islámicos hace alrededor de 1000 años. Durante siglos se pensó que la figura era el remate ornamental de una fuente. Los últimos estudios sugieren que se trataba de algo mucho más sofisticado: un autómata.

El León de Monzón fue descubierto en 1849 por unos campesinos de la localidad de Monzón de Campos, en la provincia de Palencia. Las versiones varían, pero la más probable apunta a que los trabajadores se toparon con un escondite subterráneo junto a alguna de las ruinas medievales cercanas al castillo de Monzón. Es difícil saber cómo llegó hasta allí. Quizá fue parte de un botín de guerra o de un saqueo.


No se sabe cómo llegó hasta Monzón, pero sí de dónde procede. Gwenaëlle Fellinger, conservadora jefe del Departamento de Artes Islámicas del Museo Louvre, en París estudió a fondo los caracteres de estilo Kufi que decoran el cuerpo del león. Esos caracteres revelan que la pieza fue creada por artesanos islámicos de Córdoba a finales del siglo X, o principios del XI. Quizá hasta formó parte de los tesoros de la mítica ciudad palatina de Medina Azahara. Los caracteres forman las frases: “Bendición perfecta” en su lado derecho y “Felicidad completa” en el izquierdo, y se repiten en el lomo del animal junto a hermosos motivos florales cuya manufactura de grabado apunta de nuevo a los talleres cordobeses de la época.


Mortero de bronce cincelado con dos leones en las asas hallado junto al León de Monzón.
Foto: Biblioteca Museu Victor Balaguer

Junto al león también apareció un mortero de bronce de 12 caras cuya importancia para esta historia es mayor de la que parece. Ambas obras no tardaron en separarse. El león terminó en manos del pintor español Mariano Fortuny. A la muerte del artista, la pieza fue adquirida por un coleccionista francés, y pasó de mano en mano hasta llegar al Museo Louvre de París, donde se exhibe a día de hoy. En cuanto al mortero, forma parte de la colección de la Biblioteca Museu Víctor Balaguer, en  Villanueva y Geltrú, Barcelona.


Una estatua con maquinaria interna

Desde su descubrimiento, el mayor misterio del León de Monzón ha sido su función. Diversas partes de su fisonomía son móviles o integran elementos que sugieren que la figura era algo más que una simple estatua y que tenía alguna función hoy perdida en el tiempo. Para empezar no es maciza. En su vientre se abre un amplio agujero que los expertos denominan “copa globular de bronce”. La cámara conecta con un conducto que asciende en varios ángulos hasta salir por las fauces abiertas del animal. Por si esto fuera poco, la cola del león no es fija. Un remache en su base permite moverla como si se tratara de una palanca.


Vista posterior del León de Monzón en la que se aprecia su cola articulada mediante un resorte.
Foto: Departamento de Artes del Islam. Museo del Louvre


Este detalle de la cola hizo que durante un tiempo se especulara con la posibilidad de que la escultura fuera una aldaba o llamador de puerta, pero su tamaño de 54cm de largo y 31 de altura pronto descartó esa hipótesis. También se barajó la posibilidad de que el león fuera un aguamanil, o sea, un recipiente usado para verter agua. El problema de esta teoría es que el agujero de la parte inferior no es accidental o un daño provocado por el paso del tiempo. Los artesanos cordobeses que lo crearon lo diseñaron ya con ese agujero, lo que anula su uso como jarra.


Otra de las hipótesis formulada originalmente en el Louvre es que el león fuera la boca ornamental de una fuente. Los surtidores de este tipo eran comunes en la arquitectura islámica de la época, como denota el hermosísimo patio de los leones del palacio de la Alhambra, en Granada. Pero de nuevo surgen inconvenientes. El León de Monzón es demasiado pequeño. Además, las fuentes con forma de animal creadas en Al-Ándalus tenían la boca cerrada y el agua salía por un pequeño pitorro metálico habilitado en su centro. Por otra parte, la estructura interna del conducto no parece optimizada para transportar agua desde el punto de vista hidráulico, y los árabes eran expertos en hidráulica como atestiguan hoy sus sistemas de regadío y sus fuentes ornamentales.


Detalle de la fuente central del patio de los Leones en el Palacio de la Alhambra, Granada.
Foto: Jebulon | Dominio Público


En 2021, el historiador de Monzón Nicolás Villa aportó una ingeniosa hipótesis sobre el uso del león de Monzón. Según Villa, la figura era un pebetero, o sea, lo que hoy en día conocemos como un quemador de incienso. La hipótesis es hermosa porque además tiene en cuenta su cola articulada y hasta la otra pieza que apareció junto al león y que muchos quizá han olvidado a estas alturas: el mortero de bronce.


Siguiendo esta teoría, el mortero se usaba para machacar hierbas y esencias que luego eran depositadas bajo el vientre del león en algún recipiente hoy perdido y se les prendía fuego. El humo ascendía por el conducto interno del león y salía por sus fauces. En cuanto a la cola, servía (probablemente unida a piezas hoy perdidas) para absorber el humo ascendente y expulsarlo por la boca como en una especie de fuelle.


Una clave oculta a simple vista en el tejado de una catedral

Al final, resulta que ninguna de estas hipótesis estaba en lo cierto. La primera clave para desentrañar el misterio del León de Monzón estaba… en Pisa, Italia. Concretamente llevaba varios siglos reposando en lo alto de la catedral de esta ciudad.

El Grifo de Pisa que corona el ábside este de la catedral de Pisa.
Foto: Joan Banjo 

El ábside este de la catedral de Pisa está coronado por una estatua de bronce que muestra a un grifo, el animal mitológico con cuerpo de león, y cabeza y alas de águila. Durante siglos, la estatua vigiló las idas y venidas de los habitantes de la ciudad. Nadie en Pisa sabía muy bien de donde vino hasta que la iglesia ordenó bajar la estatua en 1828 para exhibirla en el museo de la catedral y sustituirla por una réplica que es la que ahora adorna el ábside. Uno de los primeros en examinar el grifo de Pisa fue Michelangelo Lanci, profesor de árabe en la Sapienza de Roma y ahí llegó la primera sorpresa. 


La estatua no era para nada de fabricación local. Varias inscripciones en caracteres cúficos denotaban que la pieza provenía de Al-Ándalus, probablemente de entre los siglos XI y XII.

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